A más de dos años de vivir en pandemia, de alguna forma u otra todos nos hemos sentido agotados, fatigados o irritables. Todos hemos tenido síntomas evidentes del síndrome de la persona quemada, conocido también como burnout.
El término del síndrome del hombre quemado o burnout fue descrito por primera vez en 1974 por el Dr. Herbert Freudenberger, en su libro “Burnout: The High Cost of High Achievement”.
Este fenómeno se ha vuelto la enfermedad silente de la pandemia, consecuencia de un acontecimiento que afecta directamente la salud física, pero que ha impactado muchos aspectos de nuestra vida.
Luego de décadas de estudio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el burnout, asociado al agotamiento mental, emocional y físico causado por el trabajo, como una enfermedad ocupacional.
El burnout se puede expresar a través de síntomas emocionales, mentales y físicos. Entre las afecciones emocionales y mentales existen sentimientos de agotamiento, fracaso e impotencia, baja autoestima, estado permanente de nerviosismo, dificultad para concentrarse y comportamientos agresivos e irritables. Algunos de los síntomas físicos incluyen dolores de cabeza, taquicardia, insominio, gastritis, aumento de la tensión arterial, síndrome de colón irritado y adormecimiento de diferentes partes del cuerpo.
La OMS estima que el 75% de las personas trabajadoras en México padecen los efectos de un estrés laboral crónico, siendo el segundo país más alto a nivel mundial. Esto se correlaciona con la estadística de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que clasifica a México como el país que más horas se trabaja. No es extraño, entonces que 8 de cada 10 personas trabajadores en este país vivan con estrés laboral.
Estos altos niveles de estrés elevan los niveles de cortisol en el cuerpo a tal punto que puede desencadenar enfermedades autoinmunes, cardiovasculares o de orden metabólicas entre muchas otras.
Estudios de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y de la OMS, publicado este 2021, indica que en 2016 más de 745,000 personas murieron por cardiopatías isquémicas y accidentes cerebrovasculares. Lo que tenían en común, además de sus padecimientos, es que trabajaban más de 55 horas a la semana.
Frente a todo lo anterior, a nivel laboral es evidente que se requiere crear conciencia en los líderes y en los propios colaboradores de las organizaciones, así como aplicar algunas medidas de prevención como las siguientes:
· Revisar las cargas de trabajo y el balance del empleado de su vida laboral con la personal.
· Permitir espacios libres en la jornada (pausas) para que el colaborador tenga mayor contacto con la familia, naturaleza, hobbies, ejercicios o cualquier actividad que le ayude con su paz mental y salud en general.
· Hacer uso de la flexibilidad para que los empleados trabajen bajo resultados y objetivos y así puedan distribuir su tiempo para ser más efectivos y saludables.
· Educar a líderes y colaboradores en todos los aspectos de su estilo de vida que pueden contribuir con su bienestar social, emocional y mental.
Todos necesitamos una pausa, pero es difícil reconocer cuándo es el momento correcto.
Mónica Lenz, Health Coach de Medicina Funcional- TecSalud Master Consultant, The Morphing Group.
Mónica tiene más de 20 años de experiencia en áreas de talento, consultoría y negocios. Actualmente es consultora organizacional y adicionalmente se ha desarrollado como profesional de la salud, formando parte de Health4life de TecSalud como Health Coach para la prevención, bienestar y longevidad. contacto@eriac.com.mx